EL LOBO Y EL HOMBRE
Cierta vez, el señor Zorro y el Lobo se encontraron en el claro de un bosque.
-¿Sabes? -dijo el lobo-. Yo no creo que el hombre sea el rey de la Creación. Si algún día encuentro a un hombre, le atacaré resueltamente y le demostraré que soy más fuerte.
-¿Ese es un hombre? -preguntó el lobo a su amigo, al ver que se acercaba a ellos un soldado mutilado.
-No -respondió el zorro-. Lo ha sido, pero ya no lo es.
-¿Y este? -volvió a preguntar el lobo, señalando a un niño que iba camino de la escuela.
-No; no es todavía un hombre, pero lo será con el tiempo.
Cuando apareció aquel cazador con su escopeta al hombro y su cuchillo en el cinto, el zorro, echando a correr gritó:
-¡Éste es el hombre! Ya puedes atacarle para demostrarle que tú eres más fuerte, que yo voy a meterme en mi cubil.
El lobo, saliendo al paso del cazador y adoptando su actitud más fiera, le dijo:
-¡Alto! Voy a demostrarte que soy más fuerte que tú, hombre.
-¿Qué broma es ésta? -dijo el cazador.
El cazador, que sólo llevaba la escopeta cargada con pólvora, apuntó a la cara del lobo y disparó.
-¡Ay! -gritó el pobre lobo al sentir el fogonazo en el rostro-
-¡Esto te demostrará quién es el más fuerte! -le dijo el hombre.
Pero el lobo, furioso, no dio su brazo a torcer. Quiso lanzarse sobre el cazador, pero éste volvió a disparar, diciendo:
-¿Todavía no tienes bastante?
-¡Ay, ay, ay! -aulló el lobo, echando a correr y llevándose las manos a la parte dolorida.
Después de recorrer todo el bosque para escapar del cazador, el lobo, dolorido y cansado lavó sus heridas en el agua de un pequeño arroyo.
-¡Vaya! -le dijo aquella tortuga-. Parece que tienes mala cara, amigo ¿quieres subir encima mío?.
-Estoy dolorido y casi sin fuerzas, amiga -dijo el lobo, aceptando el generoso ofrecimiento que le hizo la tortuga-. Aunque vayas despacio, es mejor eso que ir a pie.
-Sí -habló la tortuga-. Soy lenta, pero segura
-¿Qué hay, amigo? -le preguntó el zorro al verle llegar-. ¿Cómo te ha ido tu encuentro con el hombre?
-¡Mal, muy mal! -se lamentó el lobo-. Nunca creí que el poder del hombre fuera tanto.
-¿Que sucedió? -preguntó el zorro, caminando junto al lobo.
-Primero -respondió el lobo -ha levantado un palo que llevaba al hombro, lo disparó y una llamarada achicharró mi cara. Después volvió a disparar y el resultado fue que ahora no podré sentarme varios días.
-Ya ver -dijo el zorro- que no eres más que un bravucón. ¿Te has convencido de que el hombre es más fuerte que tú?
-Sí -respondió el lobo-. Verdaderamente, el hombre es el rey de la Creación. ¡No me queda ya ninguna duda!